miércoles, 10 de octubre de 2007

Ruina, victoria y lágrimas...


En el fuego nos hemos recordado, con ardor, con fantasía que escapa de este planeta, si, porque somos asi, fuego que corta, que quema y se olvida, no necesitamos de este tipo de situaciones si es que somos capaces de querernos sin celo, el deseo basta, es suficiente para que nos quememos, no hace falta tener recuerdos si la imaginación es capáz de mantenernos despiertos.
Hace tanto tiempo que ya no he soñado, no recuerdo un sólo sueño que se haya mantenido como tal, sin pesadillas, sin arrebatos, siempre pierdo algo, siempre tengo que desprenderme de algo, es así como me he mantenido ante el paso del tiempo inclemente, de esta forma tengo que despedirme de los recuerdos y mantenerme abierto al futuro.
Quisiera tiempo atrás haber compartido unas copas de vino espumoso, haber besado más sus labios y atreverme a hacerle el amor, pero es que hasta yo estaba confundido, deseoso de darle todo lo que yo poseía en mis manos para entregarme en un descuido a la sombra más perene y difusa que existe en mi universo.
Pocos son los latidos del alma, pocos son los tumbos que da, si nos descuidamos nos quiere incluso hacer vomitar, necesito soltar mis dedos para entregarme en realidad a lo que es verdaderamente importante en mi futuro, no es que el amor esté de sobra, pero los recuerdos esos son los que uno debe aprender a dejar en el pasado.
Pocos somos si uno a uno nos vamos, tantos por segundo, minuto o año, es el destino incierto que nos hace falta comprender, la mortalidad es algo tan necesaria y la falta de carácter nos condena, quieres jugar a los fantasmas, pero mientras menos nos vemos es mejor para ambos, mejor para ti, que no tienes que recordarme, mejor para mi, necesario para olvidarte.
Faltan temas parece ya, mas no he cesado en el intento de comenzarlo a comunicar, he perdido tiempo, y el tiempo no vuelve atrás, algún día lamentaré la pérdida de mis músculos como los conozco, pacientes, tolerantes, pero tarde o temprano me abandonarán, eso está bien que así debe ser, como la noche más lenta en la que uno nunca quiere ver amanecer.
Las luces se dibujan a lo lejos, cerca de casa me encuentro ya, hay que volver y volver a morir de corazón, para que el fuego se encienda y se prestidigite en la inmensidad.

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