viernes, 21 de septiembre de 2007

Destellos

Fotografía tomada por Manuel Salgado Pallares, el retoque digital es mío... despues de esta foto y la de mi hermano y yo, prometo no volver a utilizar fotos que yo no haya tomado.

El aire que se respira esta mañana es calido, calido como el aliento de un perro, sendos hilos de baba se resbalan por las mejillas de mis paredes, la madrugada ingrata satura la atmósfera con su húmedo aliento y amenaza con empezar un nuevo día.
Sabes, pocas veces me he encontrado ante la casualidad de ser una criatura nueva, tal como si se me apareciera una bocanada de aire frío y me propusiese matrimonio, vamos, es una dura casualidad que cada vez que se manifiesta el inconciente tengamos que volver a vernos la cara, me preguntas quien soy y soy yo quien necesita saber quien está en mi cama, desapareces como un breve susurro, no me importa profundizar, mas me pregunto a donde habrás ido, cual es tu nombre y la razón tan perversa por la que siempre te atreves a morir en mis sueños, fueras tal vez un designio positivo o tan sólo una nueva tortura inventada por Chicochacal, no, no creo que sea casualidad lo que me has hecho sentir, has estado en algún lugar, sé como ambos terminaremos juntos en el más calido abrazo y tristemente conozco tu final.
Conciencias nos separan y en consecuencia trato de investigar como ha sido que he llegado a conocerte sin saber tu nombre, acaso la fortuna me sonríe o tan sólo la diarrea de las manos a comenzado a fluir desde el teclado.
P.D. Antes de que alguien se ponga a descifrar este texto, cabe tal vez la importancia de aclarar que no estoy acosando a nadie y que tan sólo hablo de una mujer que se aparece siempre en mis sueños y amenaza siempre con ser el amor de mi vida... hecha esta aclaración, mi pulso se acelera e insiste en que continúe con mi escritura.
Creatividad continua, procesos agradables que no me terminan de convencer, vamos, por dios, por algo que valga la pena, tengo tantos nuevos personajes en mente y no logro conseguirles un espacio decente en ninguno de mis guiones, hay demasiadas buenas ideas, y la triste consecuencia de ellas es que me tengo que comenzar a conformar con los susurros de una noche triste, con los llantos de un abedul y posiblemente con los lamentos de una noche que posiblemente tarde horas en llegar, pero eso no es lo más importante en este momento, comienzo a sentirme enamorado por una persona que por el momento, ya no me habla, la única razón de su silencio la encuentro dentro de una despedida que no fue escuchada.
Pero en fin, prometí a mi mismo no torturarme con la clase de pensamientos que son causados por la plaga amorosa, que asesina cruelmente a todos los poblados de mi corazón, muy probablemente deberé encontrarme en otro lugar para cuando la primavera nos visite, ¿vas a venir verdad?, a mi encuentro a mi pérdida a mi muerte, pero si por supuesto, es lógico, con la cordialidad de una bailarina te deslizas a mi entrepierna, mano amiga me incita a recordarte en noches solitarias donde las suaves caricias de tu vagina eran tan bien recibidas, pero basta, me sacas entre lo público y lo vulgar, muestras mi ano sucio al mundo e incluso yo me pongo a vomitar (tranquilo mi lector y candorosa lectora, siempre adorador del templo de sodoma, mas nunca sodomita), trato de quitarme las ansias de morirme esta noche, soltando las penas en un teclado.
Las veredas se sacuden por las noches, acuden a los apetitos más feroces, y no es que la madrugada nos haya olvidado, cuando en realidad estamos tan presentes que incluso nosotros dos juntos nos damos asco, comencemos a olvidarnos de un sincretismo cultural tan renuente, al conocimiento absoluto, a la plática de bar (mañana te veo) a los susurros de una noche, no es mi responsabilidad sentirme tan culpable de quererte tan viva como muerta, y es que este juego es así, no me das, no te doy, no me recuerdas, yo me voy... la gran pregunta acude en forma de donde, a donde yo vaya seguro me toparé con tu recuerdo, me dará los buenos días, esquivara cruelmente mi beso y yo tan sólo y tan seguro le devuelvo sus favores, ¿me harás vomitar?, !me harás vomitar¡, esas dos preguntas son las dos formas que produce el desearte desde terrenos tan poco propicios para el amor, dígase entonces, el amor no es apto para si mismo.
Venga tío, dame un par de dólares, unos cuantos miles, unos cuantos millones, chicle y pega y realizo sueños que valgan más que tu camisa.
Me despido cual luciérnaga, en intermitencias, continuaré escribiendo de aquí... sí, de aquí a que me encuentre la madrugada.

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