domingo, 12 de abril de 2009

El desafortunado encuentro de Blas con la escopeta...


No supo a la distancia distinguir, si las brillantes luces eran atajo al nirvana, o un pasaje al inframundo, fracciones de segundo con ánimos de disparar, vertieron en su tierno cuello plomo en pastillas para masticar, degustando ahora, el ferroso sabor de la sangre, bajando sin intermedios por el abismo.
Cayó con la velocidad de su reacción al disparo, al mismo suelo que lo alimentaba sin cuestionar, acabó su existir conciente, como pocos llegan a su final, quien diría, que el pastito que lo alimentaba, ahora lo sepultaba, sin patadas de ahogado, su foquito probó extinguirse, en clave de sol un grito mudo, lágrimas de colegiala.
Pasó de ser conejo a platillo, sus nuevos amigos son la cebolla, las patatas, el limón, la sal y la pimienta, su cueva, su hogar, se llama horno, su tumba es conocida como trono, taza, excusado... actualmente pasa sus días navegando por los drenajes.
Moraleja... todo lo que brilla es plomo.

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