lunes, 3 de marzo de 2008

Mi amante la madrugada...


Ya casi olvidaba como se siente escribir en la madrugada, a mis verdaderas horas, Cuando realmente puedo emprender el dialogo conmigo mismo, con el viento soplando, transformando nuestros días futuros en un cálido frío lugar... es una alegría particular, escribir de madrugada, a la hora que acostumbraba, en el momento en que me puedo sentir plenamente conciente, y no estar... pues... simplemente atolondrado.
Me pasa muy seguido, despierto y siento que sigo inconciente, apago el despertador, me meto en la regadera, deambulo por los pasillos, me enfrento a una criatura diminuta que defeca en las mentes de otros no muy preparados, debo tragarme mi orgullo y quedarme callado, no está en mi hacer más enemigos de los que puedo controlar, me enfado, necesito salir pronto de ese lugar y conseguir un cigarro, termina su estúpido discurso y soy libre por unos instantes, salgo con prisa por la puerta, al salir sigo caminando entre sueños, me dirijo a la cafetería y sorpresa.
Bajo las escaleras, lentamente, sin prisa, no es que vaya yo a llegar a ningun lugar, pero lo intento, frente a un mal intento de templo me sorprende la mañana, un sueño que se transporta a la realidad, o una realidad que se transporta a mi ensueño, la veo frente de mi, con esa piel pálida que refleja al sol, duele verla, vengo apenas saliendo de la caverna, no estoy preparado para semejante encuentro, me quedo ciego con sus detalles... ¿acaso no vale la pena perder la vista trás ver tanta belleza?
Me saluda y me quiero quedar sordo, componer mil sinfonías con las notas que salen de su garganta, me abraza y quiero arrancarme la piel, estirarla en un lienzo y escribir sobre ella "promesa, milagro, bellísima improbabilidad", breve instante que justifica las horas restantes, no dura más de 30 segundos y vale horas de felicidad, pasan los días y la alegría aún me dura, me enamoro con la misma velocidad de una ametralladora, me lleno de ilusiones y sonrisas, lo vale todo, lo vale, lo vale, lo vale.
El viento sigue soplando y continúo reflexionando, acerca de un mañana con ganas de pedir perdón, de cuando regrese al mismo estado de vigilia inconciente, mi catatonia cotidiana, cuando tenga que interactuar con otros soñadores, cuando vuelva al baile de máscaras, cuando tenga que danzar un vals con rítmo de salsa.
Me pregunto entonces si estoy verdaderamente conciente, mis ojos pesan y no me quiero dormir.

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